Decís
que despierto
bruscamente
-en plena madrugada-
extiendo
la mano
en tu rostro
y digo:
-"hola hola"-
como si estuviera
probando
un micrófono.
Luego
me quejo
de alguna cosa,
de los restos
de colilla
-que dejaste
en el cuarto-
y le doy dos sorbos
al tinto
"para tranquilizarme".
Mientras
persiste
en vos
-supongo-
-imagino-
el temor
a que en sueños
utilice
en tu contra
el afilado
cuchillo
que guardo
junto con mis versos
tachados
por si un día
-tal vez-
regresara
aquel indeseable.
No obstante
y, sin embargo,
sonreís...
(es que...
es que tengo tu amor)