Déjate caer
Déjate caer, vida mía,
en los brazos de la arena
cual si fueras una tersa manzana
que cae de un árbol lejano.
Déjate ir cayendo,
mariposa morena,
sobre la mar nocturna,
al amparo de su espuma sosegada.
Deja que el vestido se te moje,
que se te humedezca el cuerpo.
Deja que el listón de tu pelo
sirva de campanario
para la alta torre de la brisa
y a tus pies los bañe
la leche tibia de las olas.
Encalla tu risa en mi risa
y así, caracola sumergida,
háblame de amor
con el rostro vuelto a las estrellas.