Me dije, un día, que el mismo llegaría
y sin pensarlo mucho más, lo comencé;
con poco peso iba a lograr la travesía
para empezar justo do al final te besé.
No sería, este, un viaje muy constante
porque requeriría de algunas paradas
y así ubicar donde gritarías vibrante
por apetito, al recorrerte silenciada.
Quedé sorprendido por dos médanos
al quemarme con su textura la visión
respondiendo automáticas mis manos
en un gesto de pleitesía con precisión.
En el trayecto, la naturaleza frondosa
se volvió mas espesa, cerca del capullo
de una flor, la que solo brotaba sedosa
por la voz de los besos al darle arrullo.
Paisaje nunca conocido, resultó Edén,
que ningún mortal antes haya conocido
donde el placer, hizo guía de no creer
sobre los fuegos de tu cuerpo bendito.