Quería cambiar el mundo
me supuse muy capaz,
reinventar toda la esencia
de mi vida y de mi hogar,
retornar a esa locura
de quebrantar la paz
sin el temor sibilino
de inquietudes por demás,
sin el conocimiento racional
de mi sino, mi verdad.
Quería cambiar el mundo
y encontré la libertad
en un áspero trasiego
de figuritas de sal,
con la angustia necesaria
en mi tenue soledad
elegida en la conciencia
de una absurda vanidad,
convencida de que el mundo
nunca me iba a cambiar.