Este invierno gris y seco,
congela hasta las pupilas de mi alma,
se hielan mis lagrimas
y se condensan mis viejos recuerdos.
Un silencio sórdido
sacude la noche,
mientras navego,
entre las solitarias
grietas de los desvelos,
buscando la perfecta concavidad
de su blanca espalda.
Las dulces violetas esperan,
mi corazón la llama,
no llega la primavera,
mientras el imborrable invierno,
también deshoja margaritas,
en medio de un silencio sórdido,
que me quema el alma.
Afilados gritos,
retumban en mis venas,
nadie escucha,
nadie espera,
nadie llama,
mientras un invierno gris y seco,
se entierra en mis entrañas…