A veces siento que caigo en la nada
me siento infértil,
vana e inútil,
y la confusión me diseña a su capricho
pierdo mi esencia,
me torno lúgubre,
endeble, distante, artificial
A veces me siento liviana, vacía
y el viento me arrastra
en medio de la lluvia y la borrasca,
y al filo del colapso y las tinieblas infinitas
imploro asome la sutil aurora
para dejarme narcotizar
por sus sedantes brazos.
A veces me embriago contemplando
el hábito blanco
que fortuitamente tapiza la montaña espléndida
y escucho su rugir irritado
mientras su fumarola oscura crece
y en ella encumbro mis sueños y esperanzas.
A veces
mi casa se vuelve silenciosa y diáfana,
el miedo y la tristeza me asedian,
me siento débil y mareada
mientras baila en mi lengua la saliva amarga.
A veces mi jardín perfecto
se convierte en laberinto interminable
oloroso a oxido y humedad insoportable,
y cuando el color de las flores me lastima los ojos
escapo presurosa hasta las sombras.
A veces revivo
cuando mi perro leal
descansa su cabeza en mis piernas
y con sus ojos húmedos y brillantes
contempla mi corazón atormentado,
y compasivo pasa su lengua por mi mano
lamiendo mis martirios.
A veces
dejo que la lluvia
lave mis irracionalidades y congojas
e irrigue y humedezca mi razón,
aspirando crezcan
la pasión, la justicia y compasión.
A veces anhelo que mis pies
dejen de tocar la tierra,
para caminar decidida
entre las copas de los naranjos en flor,
olvidando mi lado oscuro y vergonzoso
y sepultando mis desagradables vacilaciones.
A veces quisiera que mi corazón descanse
para matar mis rencores y confusiones
y olvidar por un instante
que el cuerpo es piel, carne, huesos, sangre…
que se van secando
al volver significativas las frivolidades.
Tal vez agonizando un instante
con el inerte cuerpo cayendo en el abismo
me sea posible el privilegio
de concebir la vida
como una fecunda y solemne finalidad .
POR: ANA MARÏA DELGADO P.