En el reverso de sus ojos, en el infinito de sus cuencas, se derrama la ternura de un alma. Con la más sincera mirada, con la sonrisa más liviana, con la sencillez del silencio, se tiñen sus mañanas.
Escogida con el dedo caprichoso de un inmenso destino, los años te encumbran sobre universos, en la ingrávida de sus cielos. Se pierde la voz en recovecos de violines sin cuerda, eco de lágrima incolora, y abrazo de eternas horas.
Con barro calido entre las manos, forma el poeta letras sin reparo, desnudo su corazón enredado, musa en mundos simultáneos, inspiración llagada de esfuerzos soberanos. De pena reparada, pleno su entusiasmo.
De milagros protagonista, llenas la vida de lo cotidiano, maestra doctorada que fuiste entregada a las mejores manos, para enseñarnos la humildad, que como humanos precisamos.
Dedicado a la niña por siempre, del poeta Gabriel M. Pérez Fuster.