Identidades difusas corren con harapos
colgados sobre cuerpos huesudos,
verdes ideas, posibilidad aprendida.
Almas que abrazan la tristeza,
ignoradas durante tantos años.
Jóvenes olvidados trás vidrio mojado,
alzan sus puños y claman ser escuchados.
Creen ser únicos, recluídos en su personal fábula.
Arduo camino solitario, sumidos en pensamiento
repetido ya en sus antepasados.
Alzan la persiana y observan la audiencia imaginaria.
Sobre magenta alféizar apoyan los tersos codos,
y desafiantes, observan el juicio de los ojos permanentes.
El riesgo atroz es evidente, la sensación de peligro
se alarga en sombra, ante creciente resultado desastroso.
Sin embargo, y ante el estupor de sus rostros,
la invencibilidad sigue latente.