De los labios de un ángel
desprendo besos nuevos
cada mañana,
como el aroma que bota al aire,
el limonero.
De los brazos de un ángel
resucita a diario el abrazo
que tonifica mi espíritu
y me encadena a la vida.
De los ojos de un ángel,
fulgores celestiales
reencarnan la plenitud
y la vacían por mi garganta.
De los pies de un ángel,
se dibujan huellas sobre el aire
que crecen lo mismo
que las arrugas de mi piel.
Del sueño de un ángel,
caen sobre mis hombros
Desafíos,
Ilusiones.
De la voz de un ángel,
suavidad de arpa,
que en oda virginal,
canta cuando me llama
¡Papá!