Al genio de las palabras,
pluma incesante
de metáforas en incendios
y dolores no contados.
Al ministro de las letras,
elevada ave,
cazador de musas y tristezas
en barcos y paisajes
de miradas olvidadas.
Al poeta enamorado,
que canta al crepúsculo y la noche,
a los viajes y los campos.
Viajero inmóvil
de la soledad y el olvido.