A la poesía le doy el poder de perpetuarme,
la ilusión de ser un mensajero de la paz,
de encender faroles en los senderos,
de marcar caminos para el destino.
Le doy a la poesía la huella de estar atento a una señal
que renazca en el hombre la sublime devoción
de amar al humano con fervor.
Que pueda ser extendida en los tiempos,
la sana convicción de la verdad,
la sutil persuasión de la honestidad,
y la inquebrantable proyección del amor.
CARLOS A. BADARACCO
12/10/12
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