Todas las veces que abriste la puerta
ella no estaba.
Y nadie nunca miró
bajo la arena.
Jamás supo explicar la inexistencia
de su presencia,
ella es como la luna.
Sin forma como el agua del mar,
tiene el cuerpo que refleja
el espejo cuando irrumpe la luz
en su secreto.
Clara es un color sin contornos,
un laberinto de palabras al viento,
un desierto de flores rojo fuego
gritando al cielo que se apague
el mundo.
Tiene todos sus nombres escondidos
en la sombra del mar,
y recuerdos que se le rompieron miles
de veces
en la boca, en las manos.
Es un jardín infinito,
un llamado olvidado en la marea
alma de vidrio subterránea y ausente
en calles sin tinta y
sin idilio.
Son cascabeles heridos sus pasos,
sus miradas se rompieron todas en el pasillo fugaz
de los relojes muertos.
Y la noche se perdió en un barco
como Clara en el tiempo.