No dejes que mi alma muera en tan imperiosa demencia
y evítame el sufrimiento con un beso de tu boca,
libera esa exorbitante silueta que tras tu ropa,
ocultas cual prisionera, “silenciosa omnipresencia”.
Ya no me niegues tu aurora en esta brutal decadencia,
que antes de eclipsarme quiero, sentir tu piel que me aloca,
si ha de matarme el silencio, si es que perderte me toca,
que mi cuerpo se fusione con tu efímera presencia.
Que de consuelo me quede tras tu perfidia y tu ausencia
ese incesante recuerdo que pesa como una roca.
Si la muerte me llegase, si bebiera de su copa,
que no se apague mi vida creyendo en tu indiferencia.