Esta madrugada traté de conciliar sueño.
No lograba hacerlo.
Mi pensamiento estaba
solo en ti.
Recién nomás acababas
de irte, y ya te extrañaba.
Te olvidaste tu pulsera,
qué distraída eres mujer.
A veces me dices que lo
soy yo. Pero me haces
la competencia del olvido.
No tiene importancia.
Lo importante es nuestro amor.
La pena es que tengamos
que estar escondiéndonos
del mundo.
No soy libre. Tengo compromiso.
No eres libre.
Estás comprometida.
Tú no te decides.
Tampoco yo.
Cuando mis labios se extendían sobre
todo tu cuerpo
desnudo. Cuando nuestra pasión
llegó en su momento cumbre,
gozamos. Cuánto gozamos amor.
En la madrugada te fuiste,
y ya deseo nuevamente estar
contigo. Si él llegase a preguntarte
por tu pulsera, es preferible
le digas que la has perdido.
Me di cuenta mucho tiempo después
que te fuiste.
La habías dejado colgada del toallero.
Lugar extraño.
Nunca lo habías hecho.
Bueno, una vez tenía
que ser la primera.
Recuerdo los momentos
que hoy hemos pasado amor,
y ya estoy nuevamente excitado.
Por tenerte. Por acariciarte.
Por besarte. Mis manos
no me alcanzan para recorrer
tu desnudez. Me excitas.
Me enloqueces.
Quiero darte más y más.
TODO mi amor.
Todo lo que siento.
Todos mis deseos.
Son tan pocos los minutos
que tenemos para encontrarnos.
Tú diciendo siempre
pretextos.
Yo pretextando mi ausencia.
Y te extraño, tanto te extraño amor.
Quisiera volver a gozar, contigo...
Ella, solo duerme.
No me conforma.
Tú, mujer infiel.
Yo, hombre infiel.
Infidelidad. No tendría que existir.
Pero existe. A veces me pregunto
por qué, por qué...
Si él te fuese infiel,
no te agradaría.
Si ella me fuese infiel,
no me agradaría.
Pero mutuamente
nosotros somos infieles
a ellos, nuestros amores caseros.
Amor de entrecasa, como tú dices.
Y para ti y para mí,
el placer lo buscamos
fuera de nuestro propio
hogar. Infieles.
Siempre infieles.
Todos los derechos reservados del autor ( Hugo Emilio Ocanto - 14/10/2012)