Una legión de arpías brujas sobrevolaba en mi cielo que paseaba por fuera de mi ventana.
Me intentaron llevar a rumbear con ellas, pero al ver que no sucumbía por mi obsesión contigo me dejaron caer desde las alturas pues sabían que yo ya era caso perdido.
¡Le he escrito decenas de versos!, pero no termina el desahogo.
Sólo un abrazo de despedida alivianó el peso.
Lo grave es que ese abrazo nunca sucedió.
Y le pregunto a mi amor propio si puedo dejar de pensar en ella. A la fecha aun no responde, creo que él no sabe la respuesta.