Dejando de lado todo lo que nos hace
iguales y diferentes, seres que amamos,
es en esa cualidad que todos un punto
encontramos exacto, inmutable siempre
definiendo y defendiendo el ser humano
del dolor, de la desidia, de la intemperie;
el amor de padre, hijo, madre, hermano
tío, amigo, conocido, extraño, peregrino
son junto al saber de entendernos únicos
los dos elementos del que nadie carece.
Entendernos únicos, porque en nada falta
ni sobra en la carne, la piel o lo sagrado;
porque no importa el idioma que se habla
sino tan solo una sola lengua: de lo amado.
Y, del amor, todo se ha dicho pero es corto
siempre algo nuevo tiene origen de amarlo;
es ser ciego a lo común, tal vez y lo acepto
pero hace poco entendí el puro, cierto, alto,
el que está en todos lados pero perdemos
por mancillarnos la costumbre en lo malo.
No se puede vivir del amor así solamente
pero tampoco solo de comer, dormir y algo.
Cuando se deja de pensarnos el nosotros
y pasa al primer lugar los otros, el amado
es quien se ocupa de los demás sirviendo;
al hacerlo, borra en uno y en el de al lado
todo defecto, odio, diferencia o ceguera
mostrando somos, como amor, una cura;
como la Creación, que Dios ha hablado.