Yo, que te entrego miradas,
que te cosquilleo la espalda,
que te despierto a besos,
que te añoro en distancias,
que te pienso con fervor
aun teniéndote en casa.
Yo que te sueño en sueños,
que te cocino con amor,
que siempre espero tu llegada,
que en cada noche te leo,
que te susurro palabras,
que te canto bajito al oído
que como tú no hay otra
cuando me dices que me amas.
Yo que te preparo veladas,
que te llamo si tardas,
que en mí te apoyas
si alguna vez te hundes.
Yo que sufro si lloras,
yo que lloro si sufres.
Yo que no concibo mejor cielo
que el que tú me dibujas.
Que cada día te sorprendo
sin esperar nada a cambio.
Yo que nunca hice tratos
con la traición y el olvido,
para poder seguir amando
lo que mi corazón siempre quiso.
Nadie te quiere como yo,
con esta fuerza intempestiva
capaz de romper infiernos,
de desatar tormentas,
de cruzar deshielos.
Nadie, nadie, nadie…
nadie puede amarte tanto,
nadie excepto yo.
J.M. García
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