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ProlongaciĆ³n

 

Por un hijo, y ante la noche;

cuentos por releer,

las buenas noches deseando

el mejor y más dulce de los inocentes sueños.

Un cálido beso en la frente,

la puerta entreabierta,

y el apunte de luz se prende.

 

 

Con un hijo aparecen claros;

delata el rostro y la cruz.

Sin saberlo desenmascara;

ángulos agudos y rectos,

los obtusos y llanos,

y figuras de actos reflejos.

 

 

Es un hijo; -el futuro

y un proyecto sin planos-.

El magnético núcleo

de un inmenso universo

pende de entre sus dedos.

Está en sus pequeñas manos.

 

 

Por un hijo una llama:

la esbelta vela que prende,

y encendida nos recuerda,

que somos un candelabro,

sosteniendo la enseñanza.

 

 

Es un hijo: el estaño maleable

que reclama; las diestras manos del artesano;

el hacer, responsable, de los padres.

 

 

Él aguarda el preciso, el diestro apunte;

como aquel rojo del candente hierro,

que adopta su silueta; bajo amparo de fragua.

 

 

Es un hijo el pronto renacimiento,

que sabe presentarnos; el naranja del alba.

O podría traernos, al hogar, el infierno,

si él, en la oscuridad busca palabras;

 

 

podría ser entonces:

un millar de pedazos; vidriosos y punzantes,

-de desafío afilado y extremo-

sobre las avenidas esparcidos,

o un fantasmal estadio que visita

todos los habitáculos en el jardín del hogar.

 

 

Por un hijo se pintan,

con acertados tonos las estancias.

Yo sé, que por un hijo se tejió

como fácil recuerdo de que existen los sueños...

el arco iris. Por un hijo hay color.

 

 

También sombras (conlleva el lodoso pasado)

cuales sinceras hablan;

sobre lejanas raíces y abolengos,

sobre los crucigramas escondidos

en cada inevitable suspirar

y tácito requiebro, de la inescrutable,

de la azarosa condición humana.

 

 

Un hijo simboliza la esperanza,

el repaso del cielo en el reposo de un valle.

La ferviente confianza que fiel se deposita

en prontos días venideros.

Él significa; la fe en el mañana.

 

 

Desde un hijo emana

el Agua juvenil del manantial;

de entre todas las aguas la más clara.

La que sacia mi pozo y persigue mis dudas,

aquellas dudas que son soledad,

y que, por serlo, fluyen apartadas.

 

 

El Agua clara, surgencia que brota

venida desde altísimas llanuras,

que trayendo respuestas providenciales, sana.

 

 

Un hijo, al nacer, calma la honda sed,

recuerda aún; recovecos originales;

es la hoja que pendula

bajo el rocío impetuoso y tempranero.

 

 

Es un hijo el espejo que relata:

el porte y la aptitud,

los errores sociales nos delata.

Él reseña los toscos epitafios sociales.

Tanto desequilibrios culturales remarca;

como los desquicios argumentales.

 

Por un hijo;

el esmero y la entrega,

la razón del esfuerzo.

Un hijo evidencia

la potencia del sello,

muestra, de la moneda, sus dos caras.

 

 

Un hijo es el retrato viviente del avance,

nos cuenta que el progreso no desiste,

aunque aparentemente esté en la lontananza.

 

 

318-omu G.S. (Bcn-2012)