Aún no me domestico en el dolor del mundo
a mi almohada comarcada por baldosas
frías somnolientas y lunares de mi infancia
no he adherido el paisaje forastero
de ojos del oeste mirando el río
perdiéndose acuáticos
en ese nido tembloroso
de los árboles rotos en los páramos del sur.
A veces, descubro a mis fracasos lindando
las fronteras de ese otro
grande, ponzoñoso, iracundo, desesperado
rodeando como capa las hiedras
que no se cosechan pero siempre -a menudo-
se siembran solas.
Hay tardes como esta
/Resplandeciendo/
en las muecas de mis ojos cerrados
túneles de sobrevivientes bailan
en mi brújula extraviada consciencia
Y,
en un susurro de lágrimas y venas gastadas
el verbo de la vida me habla
casi al borde del sueño
me susurra mi patria
la historia escribiéndose
en mi libertad transitada
Sobreviviente,
yo soy.