Si absorto estuviere por tristezas
preso en la vorágine de este mundo ingrato
ausente de alegrías, huyendo del humano trato,
mudo, ciego y sordo ante toda la Belleza;
mi espíritu perdido en dimensión desconocida,
hundido en las arenas calcinantes de un desierto,
de sed mi alma vacía con mis despojos yertos,
quietas en lo oscuro mis manos ateridas;
Os imploro, como Mozart en su triste agonía,
Traédme de la Tierra los más preciosos sones,
dénme por ventura guitarras y canciones
y volveré del cielo amarrado a melodías.