En un pequeño país había un pequeño pueblo; en ese pueblo había un pequeño bosque; y en ese bosque había una pequeña casita. En esa casa vivía una joven llamada Anaya con su abuelita.
Ellas dos vivían muy felices recogiendo frutos y vegetales para alimentarse; recogiendo leña para la fogata y calentarse en invierno; y jugando con las mariposas que cada primavera visitaban la casita y revoloteaban alegres por todo el bosque.
Un día Anaya se quedó sola en la casa, pues su abuelita un día se convirtió en mariposa y se fue con las otras mariposas cuando terminó la primavera.
Anaya se quedó solita en la casa del bosque esperando que llegara la nueva primavera, para hacer lo mismo que su abuela; y eso hizo. Ella también se convirtió en mariposa y se fue volando del bosque cuando terminó esa otra primavera.
Desde ese entonces la casita quedó sola en el bosque, así que, siguiendo los pasos de sus dos habitantes, esperó también la próxima primavera para convertirse en mariposa y salir volando del bosque.
Y así fue, aquella primavera la casita convirtió su techo en dos enormes alas de mariposa, las batió con fuerza hasta que pudo levantar vuelo con sus alas gigantes y se fue con las otras mariposas, a ver si lograba encontrar a Anaya y a su abuelita.
En la próxima primavera llegaron al bosque de nuevo las mariposas, y con ellas volando llegó la casita, y detrás de ellas llegó Anaya, y detrás de Anaya llegó la abuelita, y todas juntas se instalaron de nuevo en el bosque donde siguieron viviendo felices en aquel mismo bosquecito.
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