Su corazón era de arcilla;
no lloraba y se rompía.
Así el río lo modelaba,
lo tornaba poesía,
lo formaba y él bebía
el agua del alma para el alma,
y se amoldaba al mundo
y a la vida.
El de piedra
lloraba y enmohecía,
no lloraba y se partía;
ahogaba el río su peso
mientras nadaba amor adentro,
mientras se hundía hasta su infierno
sin saberlo.