Estoy dispuesto.
Traigo a mi corazón
y mi espíritu aventurero
de Indiana Jones.
Llevo encima
lo que me trae suerte:
mi camisa
a cuadros verdes,
mi perfume raro
con olor a Hugo Boss
y mis bóxers caros
del señor Klein.
Me he puesto
mi mejor sonrisa,
también una capita
de After Shave.
Los vaqueros me aprietan,
pero me quedan bien.
Y la bragueta
subida hasta arriba;
de eso me acordé también.
El espejo me grita
que me marche:
está harto de reflejarme.
“Vamos, date prisa”,
me empuja a la calle.
Salgo de casa
con esa extraña
sensación
de que algo falla.
Afuera llueve,
abro el paraguas.
Esta noche
a la chica de mi vida
voy a encontrarla.
¿Dónde te escondes?
Camino sin prisa y
entro en el primer pub.
Ambiente y chicas,
sonrío impaciente
por saber si la elegida
alguna de ellas será.
Mis pies siguen el ritmo
de Juan Magan.
Pido Ginebra con limón
en la barra
y sigo bailando.
Todos me miran,
¿Será que voy guapo?
No… será lo bien que bailo.
Algo falla.
Miro hacia abajo
y la imagen me espanta.
¡Olvidé las deportivas!
En mis pies brillan,
bajo luces amarillas,
mis anticuadas chanclas
de andar por casa.
¡Rayos y centellas!
Maldigo en silencio
a todas las estrellas.
“No importa, Joseph,
algo siempre se olvida”.
Sonrío resignado
y continuo buscando
al amor de mi vida.
J.M. García
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