¡Como es bueno estar sentada en la hierba, junto al rio, haciendo caricias en sus aguas! Dejando volar el pensamiento, recordando lo bueno que ya pasamos, en la lejanía de nuestra vida, en algún sitio parecido.
Sonidos mezclados nos envuelven, desde el murmurio de pájaros buscando en el suelo una migaja hasta la música del agua besando los márgenes. Las hojas, bailando entre ellas al sabor del viento, como faldas de seda en un salón de baile, rosando con sus volantes, otras faldas.
Murmurios, hablas que no entendemos, que dicen cosas tan importantes, pero que solo con nuestros sentidos, las oímos. Son sonidos que despiertan recuerdos, lo mejor que vivimos, la felicidad que sentimos por instantes en algún sitio, o con alguien. En el horizonte detrás de los montes de nuestro pasado nubes que cubren sus cumes, nos envuelven extrañamente e solo las podemos mirar e nada más. En ellas como niños en su cuna, inocentes e lejanos de sentir o saber, flotamos con nuestros amores perdidos, con sueños desechos, con despedidas sin regreso.
El agua pasa besando mis manos, la quiero coger, pero ella resbala por mis dedos e se marcha, así son muchos de nuestros deseos, por mucho que las aprietes, nada queda, solo tus uñas marcadas en la palma de las manos.
Se sufre con recuerdos, se estremece, se desea volver atrás, quizá sea la penitencia de habernos sido cobardes, por no coger lo que queríamos, con el corazón e no con las manos que no cierran totalmente.
Como un cesto de manzana, con olor apetecible de color rojo e naranja, la diferencia está en su interior, unas están oscuras, otras sanas, así es la vida, el exterior no dice lo que cada uno ha sufrido, solo olor, pues aun tienen esperanza, de no quedar podrido, por el desgaste de una lucha constante, de tener su lugar en algún sitio.
Aprendí mucho, con los demás, si los criticaba, al mismo tiempo, reconocía, que por veces, también tendría que serlo. Aprendí a ver el cierto e el errado. Aprendí que cada uno es distinto, aprendí que solo cuando la madurez nos coge, entendemos muchas cosas.
Nunca, me he callado, tuve coraje de enfrentar a todos. Limpia por dentro en mí pensar, siempre lista para cualquier trabajo, pero ya no tengo un rio, para acariciar, ni tiempo para sentada en la hierba, volver atrás, buscar mis mascotas, mis juguetes, mi cocinita, con los potitos de jugar, donde hacia comida cruda. Tampoco puedo montar en la bici de mi hermana con los neumáticos sin aire e andar a tropezones en la avenida de la finca.
Hoy otras cosas me ocupan, lo principal es la juventud, chicas guapas, vestidas con trapajos por cierto caros, en tres palabras dos son palabrones, será por falta de atención de sus Padres, quieren sobresalir en cualquier sitio, sin lo mínimo pudor o educación.
Mi signo es tierra, pero soy llama por dentro, les llamo la atención, al principio, una revuelta viene a sus ojos me traspasan, pero al final quedan amigas me dan razón e algo les enseñado.
Veinte años de hoy son quince de mi tiempo, la mayoridad, para ellas es la libertad de ser incorrectas e no respectar ni el sitio donde están, ni las personas a su alrededor.
No tienen culpa, los culpables son los ejemplos, que desde sus casas pasando por las escuelas, las coge.
Un día no tendrán la felicidad un poco triste de recordar como yo, momentos que son inolvidables.
De lejos vengo, para lejos voy, pero sé que algunos se acordaran de mí. Mucha semilla, eh lanzado al viento, en algún sitio quedaran, florecerán a su tiempo. Por lo menos no moriré algo quedara de mí en extraños en tierras distantes, en los que al principio de su caminata, o al final, algo que dije los harán pensar en una mujer, que ha luchado por ellos.
Siento el frio del agua del rio, en mis manos, no está pero en mi recuerdo la tengo.
Oporto, 12 de Octubre de 2012.
Carminha Nieves