REINA DE LAS ROSAS
POEMA DEDICADO A MI HIJA,POR SU ARROJO Y AMOR INCONDICIONAL
A las tres de la madrugada ,
los trinos de un pájaro hendió,
la paz del silencio que reinaba ,
en dos magnánimos corazones ,
añorados por el mío en inefables temores,
sensaciones que mi alma,
las sentía como jirones,
Pajarito mensajero,
chiquitito atribulado,
surcó las tinieblas del cielo,
y a la quietud rasgando,
en arrojo de su vuelo,
en la rama encaramado.
No cesaba por inquieto,
irreverente piando,
quebrando lisuras del silencio,
impetuoso alertando,
del averno baldío de duelo.
Cesan los trinos, y la noche
ábrese en luz demoledora,
la sevicia en su derroche,
hecha lumbre devastadora,
todo embebe , desmesurada come,
guillotinando la paz, la calma llora.
Dos cuerpos le hacen frente,
sin temor a ser engullidos,
aflora el filial amor latente,
reciproco amor fundido,
que viendo la muerte no sienten,
sus cuerpos de tersura baldíos,
aunados en disuadir candentes,
horas que discurren impías,
llevándose sus pieles deferentes.
Unidos en el magno esfuerzo,
la voluntad se acrecienta,
encarnecidas llagas, color negro,
la sevicia no los amedrenta,
ni el crepitar inquietando al eco,
ni llamas enhestadas en braveza.
Discurren minutos y horas,
en medio de la gran llamarada,
surge la reina de las rosas,
verdecíente en su beldad,
de su in albis alma candorosa.
Que sabiéndose quemada,
su deseo no es otra cosa,
que dar su vida por la amada,
a la suya siempre sosia.
La sevicia ya se adueña,
propietaria es del territorio,
en tempranas lóbregas tinieblas,
insufladas en dogma del agobio,
no hay sollozos, si prestas maneras,
de amor filial sin condiciones
.
Crepitan candentes los bienes,
desgarrando sus pieles, y carnes,
no hay tiempo para preces,
ni mirada al cielo por socaire,
y mi cuerpo que no duerme,
siente inefable desaire,
aguardando a mis dos seres
a desarrollar nuestros planes.
La reina de las rosas,
calcinado ya su jardín,
heridas sus bellas hojas,
en su sentido amor sin fin,
a su padre en hospital aloja,
y a su madre con sutileza dice
que la madrugada viene mora,
la hilaridad alcanzó su fin.
Mas... ella no se desmorona,
yergue el tallo, su tesón y fortaleza,
liderando en fragancia de rosa,
con su sabia el jardín renueva,
expandiéndose en olorosa,
en pos de urdimbre de la era.
donde la resignación retoma,
la serenidad por bandera.
ANA ARIAS SAAVEDRA