En la adolorida agonía de mis tiempos,
cuando las noches
se hacen más largas que los días,
voy anhelando se extinga mi multada vida.
Cuando en la soledad de mi alcoba,
me abraza el agraciado sortilegio
de aquel amor que no se olvida,
deseo cesen mis apetitos de hombre,
para dejar de buscar,
otra radiante estrella,
por estos caminos impíos
llenos de espinas.
Entre las penumbras de mi alma penada,
hay gritos que nadie escucha,
hay llantos que no brotan,
hay fríos silencios que me agotan,
saturados de recuerdos azules de un lejano día,
y ya me cansé de seguir remando
entre estos profundos océanos de melancolías.
Hoy sólo deseo cerrar este interminable
capitulo de mi prologada vida,
donde sólo escucho el vigoroso
latir de mi corazón ausente.