PALABRAS MUERTAS.
En mi soledad la vi llorar, pero ayer la vi soñar,
con una sonrisa plasmada en la perfecta imagen
de niñez y madurez que va regalándome a oscuras
de lo consciente o inconsciente de su belleza natural.
Y son aquellos hermosos ojos de mujer,
que ella luce a cada instante;
los que van paralizando este sentir mio.
Mirándola capté mil soles iluminando
el peculiar andar de seguridad infinita,
que sólo su fresca personalidad
puede mostrar en cada paso ancestral y supremo.
Y lo que muestra no es perfección, es más que eso,
ella es creadora y es creación,
es problema y es solución.
Ella es la oración que invade las ansias
calmando las bravas aguas de las tantas
desilusiones pasadas.
¿Pero cómo olvidar el carácter que enamoró hasta mis venas de acero?
¿Y cómo no mencionar esas palabras que suenan como relámpagos
pero golpean como el rose de la hoja que cae en abril;
marchita por la vida y valiente por resistir?
Y estoy ahí y no me ve, como si hubiese muerto esa tarde de octubre;
tan sombría como la propia noche –que mató antes-
la ilusión y la compasión de mi ser.
Sin embargo la quiero y tal vez la amo,
aunque ya no sean míos los besos aquellos
que me han cambiado.
Palabras muertas yo le escribo,
para vivir en ella sin importar su olvido.
Martin Ruiz Díaz Díaz.
23/julio/2009