Solo aquella luna fue testigo de este caso
dos que tres estrellas contemplaban muy de lejos
y el frío viento de invierno no quiso detenerse.
El reloj daba las nueve y sus minutos eran lentos,
los latidos de los perros despertaban las sospechas
de que algo sucedía en aquella fría noche.
No faltaban los mirones, ni el farol de la esquina
simulando no saber lo que estaba sucediendo
la vecina con su bata y los rollos en su pelo
hasta el Cura en su ventana nos estaban observando.
Nunca olvides este día, me decías con tus ojos,
eterno Jueves once señalaba el calendario
y un sí apresurado, fue la prueba del delito
que nos hizo confesar, que fuimos novios en Octubre.