El sol del verano rasga con su calor las letanías,
las calles parecieran danzar, serpenteando lejanías;
entre signos de fragancias los aromas se desprenden
en este clima abrasador y agobiante.
Aquella anciana escarbando sus recuerdos reposa,
el viento sacude, perfila sus canas y sus arrugas ceden,
conceden a sus años pleitesía
y en sus sueños quién sabe que se esboza,
qué cariños se han colgado en su memoria.
El calor intenso alienta al ocaso,
el sosiego alerta los silencios,
el serpenteante polvillo se levanta
en un azul de cielo ceniciento.
Acallaron su canto las golondrinas,
las chicharras aquietaron sus lamentos.
Todo se mece en soledades,
caminos perdidos en las distancias
y en las sierras, las vacías vertientes de vislumbran,
en un lánguido hastío de penumbras,
Sólo el crepitar de aquellas clavijas
del sillón de hamaca de la abuela
rompe el sigilo de la tarde.
CARLOS A. BADARACCO
20/10/12
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