Como si fuera un viaje en tren.
Tras el velo de doscientas estaciones,
el trayecto me trae hasta hoy.
*** ***
Del blanco papel alisado,
con tendencia a rectangular,
que virgen e inmaculado,
aguarda dentro el cuaderno:
el tono introspectivo.
¡El reflexivo impacto!:
Del corazón enamorado
-aunque algo viejo (al caer años y edad)
de porte juvenil por alocado-
Del penetrante e insufrible rencor
-cual es pestilente al rebosarle bilis-
que araña fieramente las entrañas del infierno.
Del vientre, que redondo e hinchado,
alegre; como árbol florece,
ante el feliz y pronto nacimiento
-posible domador del futuro incierto-
De inevitables risas que explotan;
al saberle hallar
a absolutamente todo su comicidad,
-para nada conocen
a esa silenciosa seriedad que impera
en confesionarios de iglesias
y claustros de conventos-
De románticos e itinerantes trovadores
o circenses acróbatas o payasos;
-con laúd, cascabeles, polvo adherente
o una enorme tarta en sus manos-
De navajas que se hincan;
en el pecho o el costado
irradiando odio. Por el defecto
de las ansias de poder,
el robo o la mera humillación.
De afiladas y recias hachas,
que con empuñadura de madera,
corta gruesos troncos de los bosques,
y a sus homónimos arrasa y sentencia.
De crispéantes paraísos.
De pasiones que fulminan
y sobre las que revitalizan.
De la agudeza de esos celos
que descuadran, sacan de su eje
al equilibrio de los nervios.
De musicales y tristes sollozos
de otrora, ahora recordados.
Que fueron nudo de ahorcado,
y, de una manera u otra,
a veces, hoy, persistente,
sigue y sigue apretando.
*** ***
Plasmo sobre blanco,
moldeo la realidad, -tal cual la entiendo-
con una escritura hecha con una tinta especial,
bellamente ensangrentada por emocionales sentimientos.
Rompo la hipotética
pureza del blanco escribiendo.
Lleno de matices la hoja que espera:
mis debilidades, mis gozos y mis dudas,
mis miedos, amores y sueños.
Seguro escribiré -sobre blanco- como escribí;
usando las notas de melancólicos adagios,
o los ritmos distendidos
del ecuatoriano Sanjuanito.
Resumo sobre el blanco,
bajo el prisma de mis ojos, la vida.
Me acuerdo de los claroscuros;
de ceños, arrugados por fruncidos.
Del contundente puño que golpea la mesa.
De grandes margaritas deshojadas
por sinos casi eternos.
Recuerdo que vivo,
que vivo y que vivo...
hasta cuando aparentemente agonizo,
y peculiarmente muero.
Atento, escucho los vientos,
portadores de rapsodias en ellos diluidas.
Escucho y transcribo.
Aquí aprovecho,
para dejar posada la siguiente pregunta.
¿Hay un "siempre puro" impregnando al blanco,
o su simbolismo es inconstante, intermitente,
cuando está sometido a la tinta,
cual si fuera tenaz dictadura?
La tinta versátil multiplica,
lanzando un dado,
punteado con el presente,
el futuro o el pasado.
La tinta es fuente de conocimientos
que mi blanco papel aguarda.
Tinta que, libera al proponer;
los supuestos de esclavitud -reconociéndolos-.
Y es capaz de recluir, -cuando buscando cuenta-
finiquita condicionantes miserias.
Tinta otorgándole formas al blanco,
blanco puro, blanco papel inmaculado.
Tinta: reconfortante porque rememora,
tantas virtudes y razones por las cuales,
baja, se posa sincero el cielo
sobre la llanura del plano blanco;
sempiterno quedando el prólogo,
por entero, de par en par, abierto.
E incluso cuando el blanco,
anda sumido en el negro más negro,
de la tinta que describe el acto,
o los pensamientos más crueles y fieros;
la tinta besando el papel esclarece.
Aún si rebosase oscuridad.
consigue que claramente veamos.
318-omu G.S. (Bcn-2012)