Hoy sonó el timbre en casa.
Atendí. Pregunté: ¿ quién es?
Luciana, me respondiste.
Voy a abrir, te dije.
No. quería saber si estabas.
Enseguida vuelvo.
Te espero, entonces, contesté.
Y no regresaste.
Llamé a tu casa,
y tu madre me dijo
que habías viajado
con tu tía hacia
Buenos Aires.
Entonces... me mentiste.
¿Cómo te animaste
venir a visitarme,
prometerme
que volverías,
y no regresaste?
Y te fuiste,
de viaje... sin decirme
siquiera, un hasta pronto.
Ni me llamaste al llegar.
No me dijiste que viajarías.
Pero lo hiciste.
Te esperé casi tres horas.
Y así nomás, viajaste.
Y yo, inútilmente,
esperándote.
¿Qué actitud piensas
debo tomar?
¿Callar y esperar?
¿Estás consciente
de lo que has hecho?
Al menos me hubieses
podido llamar por teléfono.
No lo hiciste desde aquí
ni de donde estás.
¿Esto crees que merezco ?
No. Estás equivocada.
Tu madre estoy seguro
me dará tu dirección porteña.
Iré donde te encuentras.
Necesito una explicación.
Me la darás.
Mañana nos encontraremos.
Mañana me explicarás.
Mañana te sacarás tu máscara.
Y mi corazón te dirá
todo lo que siento.
Ahora no tengo más fuerzas
para decirte nada más.
Aunque siento en mi alma
una pena tan grande...
que tomaría la decisión
de no hablarte nunca más.
Pero mi corazón, aún sangrante,
te reclama. Y mis palabras
te preguntarán por qué.
Todos los derechos reservados del autor(Hugo Emilio Ocanto - 21/10/2012)