daniellito

LAS CALLES

LAS CALLES

 

Volé sobre las alas de un águila,

sobre indolencia  abundante de noche gris

comunicándose los murmullos  del dolor

terminantes en la angustia,

nunca vi tan oscura la noche

como ojos muertos.

 

El campo era una noche manchada,

con tramos  palidecerte de plomo

asfixiando los suspiros,

y el  dolor  atemorizaba las sombras que huían de la luz.

 

Volé  sin nubes en un anoche incierta,

en esas calles transitaban luces

sobre velas de azufre,

conquistadas en pasos errantes,

arrinconadas. Ciegas,

como quien nunca usó sus ojos.

 

Había un cuervo sin nombre,

trastornado  apilando el viento,

litigantes y acusados ;

volaba por sus cuellos

con una cuerda harapienta,

anidaba en sus manos con ángeles caídos,

los miré con temor, noté que no estaban allí,

sus ojos vacios como una selva gris,

sus rostros eran hielo constante,

se habían perdido en el incendio subterráneo,

habían muerto…

 

Estaban vacios,

las ventanas vinculaban vacio

a un agujero negro,

como si sus rostros nunca moraron un alma,

sus espíritus se desvanecieron

como la espuma que en la arena  explota el  mar ,

su dolor petrificaba sus siluetas

como una estatua de mármol,

volé justo allí, sobre los tramos sordos,

amenazados con espinas de plomo

y el lamento latente se reproduce  como buitres,

acabando con todo desde adentro.

 

¡Oh Dios pobres  almas no podían volar!

eran de las calles oscuras

como las luces que no encienden  y los letreros oxidados,

chirridos de cerdos degollaban la calma,

moscas poseídas por el pegamento.

 

 

Aterricé allí, en la ausencia de aves blancas,

en los ojos muertos,

en la ausencia de la razón humana,

en la ausencia de la razón sensible,

entonces estamos muertos,

atravesados con lanzas de plomo..

 

Me  pregunto si pesan

las nubes de ceniza gris

al despertar de  una ola

 de copos blancos ,

y caminar a una razón clara,

me pregunto si las calles dirigen

un desfile errante …

 

La calle arropaba  la salida  erizando  los vellos,

entonces viajé  en las alas de un águila,

aferrado como  camándula en los dedos,

en aquel lugar de tierra lejano,

en aquel lugar infeliz,

preferí  ir volando,

para volver de esas calles, a salvo a mi hogar.