A G U A
El optimismo siempre hace más llevadero todo lo que resulta duro,
y se dice que este invierno será más, mucho más riguroso que el pasado,
pero también dicen que debemos ser optimistas y que, no obstante,
debemos prepararnos por si acaso, sólo por si acaso…
Por si acaso se nos inunda la casa y el garaje, o nos vuela el tejado,
por si acaso el coche nos desaparece de la calle por el agua arrastrado,
por si acaso morimos ahogados en otro infierno como el del año pasado;
que nos preparémonos a entregar nuestra alma en medio de desechos,
de suciedad con ratas y peces ahogados, malolientes, corrompidos;
dicen que esta miseria es el resultado de lluvias y ríos desbordados,
y todo el mundo sabe que vienen de desagües mal proyectados
por ingenieros de caminos, canales y puertos, recién titulados y mal preparados,
que también lo son de autopistas, y de ríos sucios mal planificados;
y dicen los de arriba que lo normal es que uno se acuerde
de santa Bárbara y de san Bartolomé cuando llueve…
Pero esas aguas desbordadas, embarradas, esas aguas tan predecibles,
que se llevan por delante los muebles de las casas, la ropa, los recuerdos,
los animales, la comida del mañana, dejando todo inservible,
habrá que reformarlas algún día para que esto cese para siempre,
¡agua bendita! dicen los labriegos que viven en las ciudades,
¡agua maldita! dicen los desdichados, víctimas del todo vale
que por no tener no tienen ni luz en las farolas para que no vean el desastre
que sus linternas enseñan, agua sucia, revuelta, apestosa,
que rebaña las miserias, sus miserias y las nuestras, y también la vida
del infeliz, la suya y la nuestra, y la de otros iguales,
¡agua bendita! dicen los labriegos,
¡agua maldita! dicen los desolados,
los despojados que están afanados en recobrar algo;
y se corre la voz de que serán reparados por los políticos,
los gobernantes del desastre, los mismos del otro año,
los mismos que les dieron con la puerta en las narices cuando protestaron,
¡que esto no hay quien lo aguante año tras año!
dicen y les contestan siempre lo mismo de siempre.
Vendrá otro invierno bravo y crudo en cualquier mes del calendario,
gélido e implacable, destructor, o alguien se habrá preocupado
de que no ocurran ya estas cosas en esta España mía,
en esta España nuestra, España preciosa y confortable
cantada por los juglares de este pequeño mundo donde todo se sabe,
país de veraneantes que vienen de todas partes,
que dicen porque se se dice,
está modernizada y que es barata, y que lo saben
porque visitan en temporada las pistas de esquí,
las playas con grandes arenales,
de agua mediterránea, templada, azulada, con bandera europea,
y con chiringuitos a raudales,
y con toros en todas las plazas y en las calles,
que no llegan los de Pamplona,
que los hay en todas partes, hasta en puertos,
que verlos morir te pone, mueve la adrenalina,
que con alcohol, droga y juerga, no habrá hembra que falle,
y dicen que lo dijo Hemingway imperturbable,
y verlos disfrutar con la sangre de animales, nobles e inocentes,
es asqueroso y despiadado,
y con sonrisa cínica de medio lado, sin inmutarse, te dan los buenos días
con amabilidad en su idioma, el que aprendiste tú en la calle,
Los ignorados, los que no aparecen en las televisiones
porque no tienen padrino, no comprenden como el agua
resulta tan adversa por abundante,
y tan insuficiente por su escasez durante la sequía.
No se comprende que los pantanos estén secos,
cuando el agua de todos los ríos,
desemboca siempre libre en la mar;
nosotros no despilfarramos,
despilfarran los que no la retienen en los embalses,
porque el agua es un tesoro, que hay que guardar y dominar.
CARMEN FORMOSO LAPIDO.