Fue mía una noche; llegó de repente,
siendo en la noche sola una sola estrella,
soñando el sueño de la noche aquella
para después huir repentinamente.
Esa noche fue mía, locamente mía;
ahora somos las orillas de una corriente clara
que el agua une, pero también separa
aunque me queme en los labios su sed todavía.
No sé por qué no la busco, pero mi amor no la llama;
y es que, amor de una noche sin amanecer,
¿acaso tú y yo no nos volveremos a ver?
Tal vez la flor desprendida no vuelva a la rama...
Bella como pocas, esa noche fue más bella.
Y si ella es la estrella de una noche sola,
yo he sido en su playa la tercera ola
que llega del mar para abrazarla a ella.
¿Sabes?: fuiste el amor florecido en mi tierra movediza,
y parece que es ley que la llama se torne ceniza,
pero el amor de esa noche, para mí, fue eso:
dos almas que se fundían a la sombra de un beso.