La lumbrera mayor fenece en el ocaso,
paraíso carmesí que deleita mi cansado iris.
Mientras el manto gris va levantando la esperanza
de percibirte cual luz a través de mi agrietada vida.
Canto con la nostalgia a cuestas de saberte mía sin tenerte,
de encontrarte fugaz, de conquistarte en un instante
y en un instante perderte para no volver a verte.
Tiendo la ruta cual sábana resplandeciente
y te encuentro en la cadencia de un recuerdo,
y en el sueño que me hace el favor de devolverte
en el semestre que tu ausencia me volvió trascuerdo.
Un tiempo está por llegar que en tu regazo me deleite,
instinto de hombre animal sucumbirá a tu fuego,
y seré un cordero hombre domesticado ante el fuete
de un amor que en raudal me ha de refrescar de nuevo;
Nuevo brío, nueva esencia, nuevo andar para entregártelo entero.
Observo atento el guiño cómplice de la menor lumbrera
que conoce mis desaciertos y su tul me tiende amable,
susurrándome al oído que la gloria postrera
mucho mejor será que la primera, y yo lo creo,
pues ya una noche me dio el goce de besar mi vida entera
abriéndome el corazón para que me introdujera.
Con la noche se adormece mi esperanza, pero nunca muere.