Una palabra de tus manos
cambiaría el rumbo de mis letras
Maldigo el cerro esparciendo la metástasis
fóbica hablante de /mi/ mutismo milenario.
La lengua ahogada enhiela mis cuerdas vocales,
la voz se hace un coro de ánimas
muta en megalomanía escribana –artesanía sintáctica-
Mis campanas auguran encontrar al campanero
extraviado en conventos de hábitos vegetados
- Miden el don hasta hermetizarlo
en la ciencia /inigualable/ del número exacto-
Mi óvalo se abre y vacía la lluvia acumulada
en la ceniza creadora de bosques bípedos,
penetrando la virgen celosía de novicios inventos-
¡Los he descubierto!
Salta la canción enfermiza
Uno, dos, el tren ya partió
Tres, cuatro –los dedos amputan su asfalto
Cinco, seis –tengo un pájaro emigrando del pez.
Había una época con moralismos alargándose
en el cántaro tímido de mis membranas
Ahora,
/ Sus invitados –anónimos- defienden la lascivia
reservada en el vaivén de mis alcantarillas/
¡Fuera imitación de estilográficas apolilladas!
Le tomo el zapato camuflando una cabeza reptante. –Ella da miedo-
Es una acumulación neuronal
de sinapsis vegetando en papel
Un barco recorre su acuoso tímpano
[Si la Ella te escucha, te haces libro]
Mis campanas lo han encontrado…
La creación se expande
en el amor trastornado /ego homicida/
del mensajero
-relojes dinamitados-