Diaz Valero Alejandro José

Una carta para Marta

Hoy quiero sentarme a escribir esta carta, porque tengo un cargo de conciencia que me mata; es como quién sin control se emborracha y al otro día no puede con el malestar de la resaca, así me siento amiga Marta y por eso, escribirte, me hacía falta.

 

Tú nunca quisiste hacerme daño, al menos eso decías a tus allegados, cuando me ofreciste tu amor apasionado, que no correspondí en el momento indicado, porque no estaba preparado, y no quise fingir que estaba enamorado.

 

Sabías que yo no estaba ilusionado, aunque mi corazón no estaba ocupado. Y como venganza me diste de regalo, entregarte a alguien que no me era extraño.

 

 Era el mejor amigo que tenía a mi lado, pero él nunca supo que fue utilizado, porque al aceptar tu amor me había traicionado, y nunca  le mencioné lo que había pasado, con aquel amor que tenías frustrado, a veces llegué a pensar que él se había enterado, y se creyó mas macho que yo en todo el poblado.

 

Tal vez no fui sincero con él, o a lo mejor no quise su idilio entorpecer, porque yo para esas cosas actúo con sensatez. Lástima que él haya actuado al revés y haya divulgado a más no poder, con lujos de detalles como te hizo mujer. En reuniones de amigos que le preguntaban para saber, y él cayendo en el juego de una manera cruel dejándote en entredicho comentaba a placer para él sentirse más hombre y hacerte a tì menos mujer.

 

Tampoco le dije nada, sólo me retiré al oír sus carcajadas, y sentí pena por tí que estabas ilusionada. En realidad no era mi problema, era sólo el pago a ese proceder tuyo que envenena y que a veces por comer la miel, te cae encima la colmena.

 

Yo seguí sereno, sin amores frustrados  y sin amigos indeseados… Sólo esta carta escribo para ver si al leerla estás de acuerdo conmigo, que hay amores que como el trigo, que si enfrentan al viento con intriga, lo más probable es que le desbaraten su espiga.

 

Adiós señora Marta, dele saludos a su consorte, y dígale que yo he seguido mi norte y que caminando sigo, porque con usted y él, pude evadir dos piedras en el mismo camino. 

 

Atentamente

Un caminante