A la orilla, acompañando líricas aguas,
viejo estanque me refleja una quimera:
la de retornar victorioso hasta tu palma
dejando olvidado el dolor que te aqueja.
Montaré mi corcel tras rudo ostracismo
donde quedó absorbida aquella presea
que supo encandilarme tanto con atisbo
por brotar el sustento de toda tu belleza.
Mi valor, no necesita tomar de escudos
ni armadura que impongan su fortaleza;
simplemente con un corazón al desnudo
intentaré apagar infierno que te quema.
En la alcoba, gobernada por el silencio
reina mía, tu vigilia es el único dominio
inexpugnable por el cual este caballero
curará la oscuridad hasta su exterminio.
Encomendaré por ti, el aire que me resta
para épica batalla, que sé no será dolor
sino pelear hasta con el alma que detesta
sentir la llama de tu pena con su ardor.