La ciudad
es un desierto de hierro
donde caminan miles
y miles de soledades
que nunca convergen
en un mismo tiempo
y jamás coinciden
en el mismo espacio.
Caminando sin rumbo
van los páramos,
en cualquier esquina
brotan ermitaños,
en todos lados
se vislumbran destierros,
exilios de ausencia
gritando en silencio,
y yermos que deambulan
a ningún lugar.
La soledad es tan distinta
entre la gente,
mas todos acuden
al clamor del desierto
que los llama sin voz
y los cubre sin manto,
en la solitaria urbe
de fantasmas y sombras.
e.g.