Jugaba mi pensamiento
en grandes batallas.
Cuando la guerra
era disponer soldados
sobre un blanco mapa.
Siempre volvían
sin la menor mancha
a ocupar su lugar
en la prolija
y conveniente caja.
Fácil era ganar
con tremenda ventaja.
El plomo y el esmalte,
inmúnes eran
a miserables y canallas.
Hubiera querido Dios,
que los hijos de la Patria,
igual de fuertes
resistiéran al enemigo
sin entregar sus almas.
Para que yo, no viera,
tanta sangre derramada,
con la infame injusticia,
de asistir al duelo,
sin poder hacer nada.