Vos que mostrándote gallo
me ofrecés un escarmiento,
tenés el convencimiento
que en tu accionar no detallo.
Y que apegándome a fallo
errada siempre me encuentro
y en mi cabeza hay adentro
un cerebro de zapallo.
Y te mostrás atrevido
con el semblante severo,
bravucón cual carcelero
de aspecto siempre aguerrido.
En la calle compañero
jovial y entrañable amigo,
cuando en la casa conmigo
sos un monstruo verdadero.
Decís que soy una inútil
que precisa corrección
y que sin tu dirección
mi trabajo es siempre fútil.
Que en cabeza enmarañada
siempre pienso con torpeza,
que carente de destreza
no sirvo para nada…
Decís que estás agotado
de toda mi tontería…
Que no hallás en mi valía
que mi rostro está arrugado…
Que vos te sentís cansado
de mi ruinosa belleza,
que soy razón de pobreza
a un vivir encadenado…
Que dinero que yo gano
no alcanza a pagar las cuentas
y a tus amigos comentas
mi juicio siempre malsano.
Que tú te esfuerzas en vano
salvando este matrimonio,
que el mismísimo demonio
mirando está con desgano.
Con tu proceder tirano
quebrantaste mi ilusión,
en temible sumisión
postraste valor humano.
Degradaste mi visión
con puño fuerte y certero,
a mi gemir plañidero
sepultaste en la omisión…
Hoy hablándole al espejo,
vestigios busco de mí,
la que dio un terrible si
en un pasado ya añejo.
La que en un mundo complejo
de ensoñada perfección,
hoy despierta en aflicción
hurgándose en un reflejo.
La que conversa consigo
en penetrante mirada,
la que lamenta callada
vivir con el enemigo.
La que soporta castigo,
la mil veces ultrajada,
la que esperanza violada
intenta cortar ombligo.
Pongo dolor por testigo
ante vida mancillada.
Que si esto es sentirse amada
amor al amor maldigo