¿Será la eternidad suficiente para marginarte?
Esa pregunta, me la he hecho tanto sin sentido
porque nadie sabe aún el cómo poder evitarte
de la melancolía, y así, destinándote al olvido.
Tengo que reconocerte el haber sido bendición
para este pobre ser, que vivía por compromiso
fruto de intensas amarguras sin una salvación
para redimirlo del dolor, que lo tenía de occiso.
Sé el amor que nos unió siempre vivirá eterno
pero, desde tu partida, cada vez se sufre mayor
tu ausencia, carcomiendo entrañas como añejo
luto renovado en cada primavera, en cada flor.
Al alba, el sol me invita refugiarme en su calor,
conociendo lo que sintió mi alma por tu partida
mientras que, por las noches, con su resplandor
la luna me hace compañía mediante luz recibida.
Busco entre las voces de la distancia un remedio
que permita curar este paso tuyo en mi memoria
pero es imposible que rece siendo ateo al cielo
ya que, si Dios existiera, me diría fuiste la gloria.