Maracaibo, un día equis, de un año también equis
Señor:
Juan (El Bodeguero)
Nunca pensé hacer esta carta, pero hoy descubrí que me hacía falta. Yo soy el hijo de Doña Eulalia, la que le tiene una deuda que no salda. Mi misiva no es guachafa, en ella tengo cifradas mis esperanzas.
Yo soy el mismo que aquella mañana, sin querer, partió dos vidrios de su ventana, le juro que no fue con intención malsana, solo lancé mi pelota con ganas y la muérgana fue a dar justo en su sala.
Yo soy el mismo, como cosa rara, el que ofendió a su hija Clara cuando ella me ofendió con palabras y me dijo delincuente en mi propia cara.
Y como su hijo también me molestara y de manera sorpresiva me golpeó la cara, le di también una golpiza para que no me olvidara; pero no se preocupe, son cosas pasadas, y como usted no es rencoroso, mi pana, yo quiero que usted me fie un jugo de manzana, unas papas fritas de las más caras y de chocolate me de tres barras y para que la cosa se componga, me da también diez chicles bombas que con seguridad le pago mañana.
Espero no se moleste, porque adicionalmente quiero que me preste aunque sean doscientos, que yo en su justo momento le pago cueste lo que cueste.
Como usted tiene nombre de apóstol cristiano, y además tiene alma de samaritano, sé que seguramente me brindará su mano y hará que mi pedimento no sea vano.
Atentamente, su vecino de siempre.
****
Así terminé la carta
y la envié con un emisor,
el que ahora me demanda
porque Don Juan resultó agresor.
Pues de forma muy precisa
y de manera muy brutal
le dio tremenda golpiza
y lo mandó al hospital.
Y yo, inocente de todo eso,
no logro el asunto entender,
me quieren meter preso
sin tener yo nada que ver.
********