Incansable amiga de noches insomnes,
fiel compañera de angustias,
de mi llanto perenne,
hoy te estaba esperando;
te anhelaba silente, enclaustrada en mis sueños,
tan desangelada…
¿Por qué demoras tanto?
No me dejes así, carente de tu nada,
de tu mundo vacío, cual frío cenotafio
que me sujeta el alma en sepulcral estancia.
Echo en falta a mi lado tu incorpórea presencia,
que acoge mis suspiros y los deja volar.
Ven, quédate conmigo,
no quiero que te marches;
me acostumbré a tu aroma,
quiero que me acompañes cuando no quiero nada,
cuando todo se aleja,
que me tomes en brazos,
que me mimes, me beses;
que me arrulles y vueles
conmigo hacia lo etéreo.
Ven, ya no me abandones
… Mi amada soledad…