Eres tú completa el cielo infinito del que habla Neruda,
y eres sutil como brisa, dulce como miel en mi pluma,
te caes en estrellas, te desnudas con la simpleza
con que abandono las letras, para después volver
a retomar en mis manos libros perdidos en los años.
Eres luz de múltiples aposentos, te enteras de mí
con tal ternura que no se compara ni con la belleza
con que me asaltan, traviesas mis dudas.
Pruebas mis sentimientos y me los robas, los estrujas
entre tus manos, los compruebas entre tus versos
que no dan a mi alma más que la fiesta y la bulla.
Eres mármol como bella arte, chinampa de mis manos,
eres una burbuja encendida con gel de fuego y amaranto,
pulcra mujer dueña de estaciones, de las cuatro.
Balbucean mis membranas y cortejan a mis tejidos,
innumerables vasallos, todos, todos a tu servicio.
Eres mi anillo de bodas, ninfa de estuco plasmado,
niña de niñas nacientes, tiernas retinas, con
lunares de cacahuates confitados. Brillo eres,
mis sombras tras tus mantos galopan indecentes,
obras maestras voltean la mirada, a tu paso
nadie en ningún momento alcanza, ni lo iguala.
Te quiero en este punto, que en anteriores olvido,
me quieres hoy por ese verso sin sentido
que dejé intacto en la mesa de madera comprimida,
bañada de papeles que por fin no utilizo, vieja
pero duradera, como este amor con que te escribo.