Arrimado a un costado de la vida,
sintiendo en mi abatida alma
el violento frío del invierno,
buscando entre lejanos espejismos,
algún nuevo motivo,
para seguir viviendo.
Rechinan mis cansados dedos,
tiembla mi voz sin tiempo
en medio de mil ausencias,
mientras voy derramando,
entre lluvias sin aguas,
caricias sin conexiones
y besos huérfanos.
Silencios absurdos,
se cruzan por mis vacantes senderos,
burlona la esperanza,
cuando se ahogan frente
a mis atónitos ojos,
los rutilantes luceros del cielo.
Un eco viajero del ayer,
hoy de nuevo me acaricia,
me besa con sus recuerdos,
afina mis sentidos,
mientras de nuevo
percibo que entre jirones,
voy viviendo.
Callada la música de vida,
cerrada las puertas de los cielos,
mendigando viejas caricias,
y sintiendo el castigo,
que me impuso la vida,
por haber amado en demasía,
sin el anuencia,
de la inhumana existencia.