En el viejo armario, un sollozo se perdía/
angustiado le carcomía la soledad,
en la que vivía/ sin brillo, abandonado
por quien a su lado lució elegante.
Las penas embriagaban su estancia,
necesitaba unas nuevas agujetas/
necesitaba que alguien zurciera
con amor las heridas/ que causo el tiempo.
En una mañana soleada una luz,
entro por una hendija del armario
y el zapato viejo; esplendoroso
sonreía y brillaba, en charol su rostro.
Un amor intenso lo ahogaba,
una silenciosa voz le susurraba
-hijo mío- ahora estas en mis manos/
y es hora de que te levantes,
y vuelvas a lucir como antes,
he renovado tu alma/ tu corazón,
he liberado tus penas y angustias/
ya no eres zapato viejo…eres hombre nuevo.