Johnny Rock
Relato corto
Aquí un amigo.
1940.Había jugado un gran partido. Batí el record de pases completados y touchdowns de College Football. Mi amigo de la infancia Walter también destrozó el número de recepciones. Las animadoras nos besaban, yo solo tenía ojos para Kathy, que aplaudía desde la grada con sus emocionados ojos de azul Caribe. Lo celebramos con cervezas en el bar los tres.
Subidos en las mesas bailamos al ritmo frenético de Glenn Miller. Decibelios como truenos, risas, estábamos “In the mood”.Walter era mi mejor amigo .Desde niño compartimos aventuras juntos, luchamos y conseguimos ser admitidos en Boston College con la beca de football.
Lo quería como al hermano que nunca tuve. De otra manera amaba a Kathy con toda mi alma. Luchaba por ser su héroe, el Príncipe azul que la llevara a través del bosque en su caballo blanco para esa felicidad eterna con la que Mamá siempre nos dormía.
Cuando sonaron los lentos y románticos compases de Serenata a la luz de la luna, bailaron y todo mi mundo se derrumbó a mi alrededor, cuando sellaban con un beso color crepúsculo ese amor que yo deseaba y no sentía ni la cerveza fría deslizarse como una serpiente sobre mi pecho a punto de estallar.
Fui a su boda unos meses más tarde , y trataba desesperadamente de ser feliz por la felicidad de las dos personas que amaba profundamente.
Un día acompañando a Kathy a casa, me dió la buena nueva :estaba embarazada y querían ponerle mi nombre si era niño : Richard y que yo fuera su padrino. Me mordí los labios para aguantar la lágrima que huía de mis ojos. Me abrazó muy fuerte. Fué un abrazo eterno.
Cuando tuve al pequeño Richard en mis brazos, supe de verdad la definición de lo agridulce, de la felicidad mezclada con angustia para desayunar.
Un día, tras Pearl Harbor ,descubrí en mi buzón, probablemente por error, una carta del Tio Sam dirigida a Walter, llamándolo a filas.
Cambié la foto de mi registro militar .Les dije que me habian llamado. Hice bromas , caras tristes, un último brindis .Prometí llevarle a Richard en su cuna una espada de Samurai. Y me fui.
Nos escribimos. Sus cartas sabían mejor que el Lucky Strike que aspiraba a pleno pecho en los ratos libres.
Iwo Jima fue muy duro. Solo recuerdo que al ser abatido en una ráfaga, un japonés me clavó la bayoneta.
Los veo desde arriba a los tres ir a mi rincón con la cruz blanca en impecable hilera, con su banderita de barras y estrellas. Serios, Richard se cansa pronto y ni siquiera conoció a su tio.Se abrazan y miran al cielo sin saber que los veo y sonrio.
Es mi secreto. Los veo felices, y pienso que mi vida mereció la pena.
Me lo inspiró la canción de Burt Bacharach : “That´s what friends are for”