La fiera se abalanza sobre mi cara,
clava sus colmillos en la hierba fresca,
la ahoga con arena de su vientre.
Soy incapaz de sentir.
Los demás no saben que
en mí anida el veneno.
Desesperado busco el último refugio,
pero la fiera ruge, poderosa,
me vigila desde el horizonte.
Su voz llega hasta mí:
Mañana asaltaré tus caminos.
Mañana volverán las tinieblas.
Mañana.