La esperanza es un signo de vida, está presente en el alma,
donde reside el amor.
La existencia perpetua aguarda un signo de franca alegría,
un mensaje de goce anidado
en cada trecho vivido.
Habremos de arrojar a un costado, eternos recados ocultos:
caricias, ternezas, abrazos, para prodigar en el mundo
la fe por un futuro mejor.
Habremos de dar gracias
y luego…
darle la mano al otro para contagiar alegría,
para entregar signos puros
que surjan de un verdadero amor.